En la ciudad desaparece un comercio al día desde el inicio de la pandemia, son los negocios familiares los que más sufren la crisis sin ayudas
Una simple acción, como la de abrir las puertas o la de subir una persiana encierra para ellos un signo de valentía y a la vez, de pura necesidad. «Podría ser la última vez», son las palabras que rondan por la cabeza de Nuria cada día. Ella, junto a su hermana regentan el legado familiar, una ferretería de más de 70 años.
Ese comercio de toda la vida, tradicional y familiar, esas tiendas en las que también se heredan clientas, porque desprenden esa confianza que convence a abuelas, madres y nietas, esos negocios que ya salieron malheridos de una crisis son los que ahora la pandemia les dio la última estocada. En la ciudad de Valencia más de medio millar han dicho adiós este año: 513 comercios bajaron por última vez la persiana, según los datos del Ayuntamiento de Valencia. Los que aún aguantan se ven obligados a echar mano de ahorros, ayuda de sus familias o préstamos bancarios para poder seguir. Porque lo hacen sin ayuda.
El cierre de comercios en Valencia sería superior al 15% según calcúla Confecomerç, la organización empresarial del comercio en Valencia. «Por eso, el pequeño comercio necesita más que nunca que las ayudas lleguen a tiempo, ya que en estos momentos es su única tabla de salvación. Estamos ante un sector formado por microempresas, que no tienen músculo financiero, y que sólo pueden paliar la falta de ingresos mediante ayudas urgentes y directas», defienden desde la organización. En estos momentos, aseguran que la actividad para estos negocios no se ha normalizado «nos encontramos con una caída de ventas, debiendo afrontar y asumir costes fijos diarios, con unas restricciones que impactan de lleno en el ejercicio y desarrollo de la actividad», enumeran desde la entidad.
El tiempo se acabó para ese medio millar de comerciantes y por eso advierten: «el factor tiempo es determinante, por lo que las ayudas deberían llegar cuanto antes, al igual que los procedimientos para acceder a ellas, que deberían ser ágiles de tramitar. Esta es una gran preocupación del sector dado que las empresas serán solventes en virtud de esos parámetros».
En ello coincide la gerente de la Asociación Comerciantes del Centro de Valencia, Julia Martínez. «Han sido lentos en reaccionar, han tomado decisiones en las que no se ha contado con los implicados, con nosotros, hay cosas que podrían haber sido mejorables, pues claro, tenían que haber sido más ágiles y haber contado más con los empresarios para evitar errores y facilitar las cosas», comenta un año después de que estallara la pandemia. La mayoría de los comercios siguen sin ayudas.
Con alquileres, gastos, mantenimiento, además de los impuestos. Son autónomos, y la mayoría apenas puede pensar en mantener a empleados que no estén implicados con el negocio, es decir, familiares, porque sacar un sueldo más es imposible para ellos ahora mismo.